Esta es Marina. Lo que en la Argentina llamamos "concheta". Es decir, una chica de clase media alta, que va a colegio caro (el mío, por ejemplo), que calienta a todos los chicos (y a viejas como yo) y no satisface a ninguno, fría, arrogante, pedante, creída.
Una diosa, bah.
Me costó mucho esfuerzo llevarla a mi departamento de Barrio Norte.
Marina era, además, una excelente alumna.
Recién accedió a visitarme cuando le insistí de mil maneras diferentes que debía hacerse un book para probarse en mi agencia de modelos.
El clic lo hizo un día en que sus compañeras la aislaron por lo soberbia que era.
Mientras le tomaba las fotos me contaba lo mucho que despreciaba a todas sus compañeras, que prefería estar sola, que la envidiaban por lo bonita e inteligente que era... pero notaba en su voz una tristeza reprimida en lo hondo de su corazón.
Le dije que era una diosa y que debía seguir su camino, que no tenía que juntarse con esa gentuza que la envidiaba.
Luego le pedí que se quitara la remera.
Marina dudó. Hizo un silencio helado.
Volteó y me dijo: "¿Está segura, profesora?"
"Tenés que mostrar lo diosa que sos, Marina", recuerdo que le dije.
Ella dudaba de mostrarme sus tetitas.
¡Dios, qué belleza! Estaba más cerca, moría por morderle esas gomas, pero me contuve. Me mataba su cara, era sencillamente perfecta... ¿cómo haría para que esos labios me besaran, cómo lograría que su lengua se trenzara con la mía?, me preguntaba.
No podía aguantar. En su frialdad ella comenzaba a abrirse, la hubiese violado ahí mismo, pero sentía que debía esperar, que el mayor premio llegaría a tocarme.

Le pedí que se sacara ese pantalón horrible. Me dijo que no sabía si correspondía. Le respondí que ella podía mostrar todo lo que tenía porque era perfecta de cuerpo y mente.

La chica genio lo pensó bastante, llevó sus manos a la cintura del pantalón y el corazón se me vino a la boca...
Madame Marie
Madame Marie