Aceptó ir en nuestra lancha. Quedó maravillada por el paisaje y la velocidad de la máquina.
En un momento de regocijo, le propuse quitarse la bikini para tomarle fotos. Miró con picardía a Don Ramón y me preguntó qué daríamos a cambio.
El viejo le dio un billete de 100 dólares y ella aceptó.
Con gran disposición posó ante nuestras cámaras. ¿Ven, no es una pequeña diosa?
Yo le miraba el bulto al viejo. Tenía una linterna bajo el short. No sé si la pendeja se había dado cuenta, yo seguía pidiéndole poses y ella era la modelo perfecta.
Mientras le tomaba las fotos, me imaginaba las cosas que el viejo y yo le íbamos a hacer.
La lolita hacía todo lo que le pedíamos.
Luego de unos 30 minutos de hacer fotos, la pendeja pareció aburrirse.

Cuando hizo esta pose, el viejo quedó paralizado delante de la pendeja, y ella se dio cuenta, miró directamente a la carpa gigante que Don Ramón tenía en su short. Se puso seria y se sentó en la punta de la lancha.

La chica se había puesto seria. Fui directa. "Vamos a cogerte", le dije en perfecto argentino.
Echó a llorar, quiso arrojarse al agua y el viejo la atajó primero, yo la tomé del pelo y juntos la redujimos en la cubierta de la lancha.
Le dimos unas cuantas bofetadas para asustarla. Don Ramón se la cogió allí mismo, yo filmé.
Luego los tres nos echamos al agua, y en la tibieza del mar nos la follamos. Recuerdo que el viejo se la cogió 3 veces por delante y una por atrás. La masturbé mucho y la hice gozar.
Pasamos toda la tarde entre las rocas, follándola, manoseándola, besándola, penetrándola, masturbándola, ensuciándola (se imaginan cómo).
Al caer el sol la lavamos en el mar y la llevamos de vuelta a la playa.
Ella fue con sus padres.
Días después pasó frente a nuestro parador playero, con una hermosa bikini, desvió su camino y se paró frente a nosotros.
Su mirada expresaba claramente la fiebre que la carcomía. Tomamos nuevamente la lancha y fuimos a nuestro paraíso secreto.
Madame Marie
Echó a llorar, quiso arrojarse al agua y el viejo la atajó primero, yo la tomé del pelo y juntos la redujimos en la cubierta de la lancha.
Le dimos unas cuantas bofetadas para asustarla. Don Ramón se la cogió allí mismo, yo filmé.
Luego los tres nos echamos al agua, y en la tibieza del mar nos la follamos. Recuerdo que el viejo se la cogió 3 veces por delante y una por atrás. La masturbé mucho y la hice gozar.
Pasamos toda la tarde entre las rocas, follándola, manoseándola, besándola, penetrándola, masturbándola, ensuciándola (se imaginan cómo).
Al caer el sol la lavamos en el mar y la llevamos de vuelta a la playa.
Ella fue con sus padres.
Días después pasó frente a nuestro parador playero, con una hermosa bikini, desvió su camino y se paró frente a nosotros.
Su mirada expresaba claramente la fiebre que la carcomía. Tomamos nuevamente la lancha y fuimos a nuestro paraíso secreto.
Madame Marie