Fue el caso de Analía R.
Modelo de mi agencia, tenía ciertas ambiciones personales y entonces la invité a mi departamento de Punta del Este a que le tomara fotos... desnuda. Y aceptó son dudar.
Claro, la ventaja de ser mujer. En general, una modelo hermosa y bien femenina, o bien no piensa que una vieja como yo puede ser comedora de chicas, o si lo piensa, se juega a ir con una, porque no temen al sexo lésbico.
Pero conmigo, ellas se equivocan. Ustedes mis amigos, ya lo saben. No soy una lesbiana típica, digamos.
Comenzó algo tímida. Había tomado conciencia del brete en el que se había metido.
Aquí, le pregunté si haría el amor conmigo, y se puso muy seria.
Lo pensó unos segundos y me dijo: "Podría ser".
¡Ay ese coñito!
Y cuando menos lo esperaba, le mostré un consolador y le pedí que me diera el culo, porque con él la haría volar.
Ella se tapó la cola, pero me dio su coñito completamente afeitado.
Me puse de rodillas delante de Analía y le chupé esa conchita maravillosa. Sepan que aún recuerdo el sabor de esas carnecitas. La lamí tanto y tan bien que la hice acabar de pie.
Ella creyó que eso había sido todo, se iba a vestir, y la tomé por atrás, ahorcándola, y le metí el consolador por detrás, como si de un cuchillo se tratara. Gritó como una marrana, caí encima de ella y la penetré con furia, aplastándola contra el piso. Recuerdo mi mano chocando contra sus carnosos glúteos... ¡qué colita, madre mía!
Cuando la dejé exhausta y ella no se resistía más comenzó el sexo, ella aceptó mi beso y me la cogí ahí mismo en el piso. La obligué a quedarse con el falo adentro, durante toda la cogida. La besé toda, la masturbé frenéticamente, la hice acabar varias veces, ella me chupó, me manoseó, me besó, sin quitarse el dildo del culo... Le chupé y mordí y amasé tanto esas tetazas que durante varias semanas no pudo hacer fotos de ropa íntima por los moretones y marcas que le dejé.
Fue una de las experiencias más hermosas de mi vida.
Luego ella me confesaría que se hizo adicta anal: necesitaba tener algo metido por detrás para poder acabar en el sexo con un hombre.
Obviamente, meses después de estar de novias, la entregué a Don Ramón. Él la obligó a usar consolador anal durante todo el día. Luego, por las noches se la cogía varias veces sin el ano ocupado... Milagros que una polla vieja logran realizar.
Juntos la secuestramos en mi estancia y la hicimos mierda: nos gustaba mucho jugar con sus tetas. El cerdo de Don Ramón se la cogía sin parar y ella gemía como una perrita.
Madame Marie