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3 modelitos para una vieja perversa como yo

Luego de mi increíble experiencia con Karina y Daniela, quise ir más lejos y sumé a otra pendeja que me volvía loca, Pía.

Faltaba algo de rubio en la mezcla.
Mis tres modelitos aceptaron pasar unos días en mi departamento de Punta del Este.
Las oblligué a pasar la noche juntas.


Y por la mañana las desperté para que cojan entre ellas.
Agradable fue la sorpresa que me dio Pía, la tercera, la rubia, que se mostraba tanto o más cachondita que las otras dos.




Daniela me dedicó este dulce gesto. Ya teníamos una relación aparte.
Karina tomó la iniciativa con la primeriza.
Al verle las pequeñas tetitas a la rubia, mi corazón se paralizó, eran exactamente como me las había imaginado.








Agradecí a la vida el permitirme ser testigo de tanta belleza...
Daniela amamantaba a sus dos ninfas amantes, mi Daniela...










Y el amor se encendió.











Detuve abruptamente la sesión de amor, tal vez por celos. Pero quería tomar fotos como éstas:





 
 Sean honestos, ¿cuántas veces en la vida puede uno ver algo como esto? No una, no dos, sino tres deidades carnales, perfectas y completamente desnudas.

Yo estaba ya derritiéndome por allí abajo. Quería entrar en acción.
Les pedí que se dieran vuelta...


La rubia novata hizo bromas, en cambio las otras dos ya se imaginaban lo que vendría.
 Tomé las fotos, y al mismo tiempo sacaba de un cajón las 3 cosas que iba a usar en ellas.



La rubia tarada se dio vuelta otra vez y le dije que se cambiara. Para ella elegí la peor opción.
Estaba a punto de cometer una locura, esos culitos serían míos y no me detendría hasta hacerlos... Ustedes se imaginan.
¿Qué otra cosa podía hacerles, yo, una vieja degenerada, a esas tres colitas que se me servían sin la menor resistencia?
 



¡Dios, eran tres colitas perfectas!
Y en mis manos tenía los tres objetos que las haría completamente mías.

Ataqué repentinamente, primero los costados, luego a mi novia en el centro, Daniela.
Fue brutal, los forcejeos, los golpes, mis brazos poderosos rodeándolas a las tres y obligándolas a recibir su merecido.

Los aros de carne cedieron gracias al excesivo lubricante que usé, y emitían sonidos acuosos y grotescos.
Daniela ayudó a que Karina y Pía aceptasen la vejación. A ella yo la penetraba con mi pene postizo.

Recuerdo que después de media hora de gritos y gemidos ensordecedores de las tres putitas, y de tanto esfuerzo, quedé sorda, y mis brazos ardían entumecidos.
Hubo sangre, sudor y lágrimas. Sus miradas eran de odio e impotencia.
Les di el premio: me follé por vagina a las tres, y luego el sobre con los dólares.

Pero esta no sería la única aventura con mis tres modelitos.

Madame Marie