
Fue una de mis favoritas, aunque nos costó mucho domarla.
Aquí estaba por debutar en nuestras orgías.
Era modelo de mi agencia, recién contratada. Yo la había invitado a pasar unos días en mi casa de la costa, con la condición de que viniese sola. La presencia de Don Ramón no la había inquietado.
Pasamos un día juntos, y tras la primera noche, el viejo Ramón no podía contenerse, así que me conminó a abordarla.
Esa mañana, Daniela salió a la galería muy enojada, reclamándome que se había perdido su ropa, sólo tenía lo que llevaba puesto, ese bellísimo conjunto de lencería.
Le dije simplemente que no tendría otra ropa para usar a partir de entonces.
La modelito estalló de bronca y dio marcha atrás, sólo para chocar con el ropero Don Ramón, que ya estaba desnudo y erecto.
Recuerdo que él le pegó una cachetada, yo la tomé del pelo y la tiré al piso. Ahí le pegamos en la cara y la panza hasta atontarla.
Ramón estaba tan desesperado que la desnudó rompiendo las prendas. Se lo reproché.
La abrió de piernas y se la cogió allí mismo. Le acabó adentro, por supuesto.
Después la llevamos a nuestra mazmorra, la atamos y la despertamos.
La torturamos mucho, con agua, electricidad, pinzas, tijeras, punzones, le metimos de todo.
Al terminar el verano, Daniela ya era una excelente esclava sexual, saciaba todos nuestros más puercos apetitos a la perfección con absoluta obediencia y tezón.
Madame Marie